miércoles, 6 de octubre de 2010

Leprechauns made me do it!


Un curso más tarde, y después de haberse desvanecido mi sueño de ir de Erasmus a Roma (sólo por este año) vuelvo al blog. ¿Qué es lo que me hace volver?
Mi viaje a Dublín, evidentemente.

Contar todo el viaje y la preparación del mismo me ocuparía... algo así como ocho pantallas de ordenador, pues las historias que mezclaría serían infinitas. Así que empiezo por la mañana del 18 de Julio, bueno, quien dice mañana dice madrugada. Volábamos mi hermano y yo de Faro a Dublín, después de salir de aquí con un sol fantástico, ese mismo sol que se asoma a tu ventana y te indica que no salgas a la calle o te derretirás. Montados en el avión el Sol se despidió y nos acogieron unas nubes dándonos un friolero y ventoso abrazo. Mientras bajaba del avión miraba a mi alrededor, bajamos en la pista, por lo que podía ver como todos los guiris (sí, en Portugal eran guiris) colorados como tomates, con chanclas y sudaderas, se sujetaban los pelos mientras corrían a refugiarse del cambio de temperatura dentro del aeropuerto. Y en medio de la roja multitud, mi hermano y yo.

Después de esperar una hora y media al taxista y el taxista a nosotros (eso es otra historia que sólo mi hermano y yo sabemos), llegamos a la Residencia Herberton. Sabía que viviríamos con más gente pero nunca me imaginaría que a mí me tocaría vivir con un ingeniero de caminos de 32 años. Por cierto, menos mal que me tocó él, gracias Aday. Él nos enseñó Dublín en la misma tarde lluviosa en la que llegamos, nos llevó al supermercado y al otro día nos llevó a la escuela.

Estando en la escuela fue donde me pasó lo que yo esperaba que me pasase, conocer a unas personas magníficas, estupendas, adorables.

Como en la capital irlandesa pasé veintiún días y como repetimos muchas veces, lo que pasa en Dublín queda en Dublín, sólo narraré uno de mis días, en realidad probablemente ese día no existió, pues lo relataré como si de una mezcla de los veintiuno se tratase:
Despierto por la mañana en aquel cuarto blanco, sí, todo blanco excepto la especie de persiana de madera que tanto llegué a odiar pues no cumplía realmente su función. La tenue luz gris de Dublín entraba por mi ventana (eso era diario), ahora en este día podía haber dos opciones, que despertase sola o que esa noche mi hermano hubiese dormido allí (eso ya que lo cuente él si quiere); en el segundo caso, me tocaba una larga mañana de riñas, discusiones y también tendría que gritar unas dieciocho veces (sin exagerar) "Juanmaaa...es tarde".
Llaman a la puerta, me asomo y allí están todos, siempre sonreía cuando veía esa imagen. Ahora tocaba un cuarto de hora de LUAS (en hora punta) y otros quince minutos caminando a 15km/h hasta la escuela, London College.

Al llegar allí ese día podrían pasar dos cosas (después, evidentemente, del saludo diario de la directora en la escalera "good morning"), que ese día fuera Lunes, Martes o Miércoles y tocase gramática con Austin Molloy, o que fuese Jueves o Viernes y estuviese esperándonos en clase Eloïse, siempre preferí lo segundo.

A la hora del recreo siempre me sentaba en la escalera con las niñas de Jaen, y desde allí contemplábamos la escuela: tropezones de la gente en la escalera, si subía o no el profesor, o qué clase de chocolatina llevaban cada uno para desayunar. Probablemente ese día llevase kinder bueno. Aunque el día que más feliz fui, fue un día que me regalaron una chocolatina, de la cual aún conservo el papel. Eso también es otra historia.

Para almorzar tocaba, o sandwich, o BurguerKing o residencia, casi siempre me decantaba por esto último. Después de la siesta de Eliana, ella sabe que la siesta siempre fue suya, íbamos a conocer sitios. La fábrica de Guiness, a la cual fui dos veces, el Castillo de Dublín, el Museo, y un largo etc.

Ahora tocaba volver a Herberton, ducharse, cenar e ir a Temple Bar. Este día era Martes o Jueves, nosotros sabemos por qué. Bueno no, este día vamos a cenar fuera, comida irlandesa en un menú degustación. Ya luego iremos a Temple Bar, concretamente a The Purty Kitchen donde estará Andrew Mann con su guitarra cantando canciones de U2, King of Lions y otras canciones conocidas, también esa noche tocaría y cantaría La Bamba, mientras, nosotros, bebemos cerveza y cantamos con él.

Ahora toca volver, es tarde y mañana hay colegio a las nueve. Por eso, ¿qué mejor idea que la de perderse? Nunca se me dieron bien los mapas.

Llegamos a la residencia y puede que toque dormir, intencambiar confidencias con Virginia o alguna que otra opción más. Intento cerrar lo que puedo la persiana, me pongo el pijama, me tapo con el nórdico y cierro los ojos.

Ya no estoy en Dublín, ¿habré soñado todo eso? Entonces miro al fondo de mi cuarto y puedo distinguir a un Leprechaun que me guiña el ojo mientras dice "Janie tiene un arma".