domingo, 26 de diciembre de 2010

La sonrisa del faquir.

Cada mes suelo comprar unas tres o cuatro revistas de moda. Entre ellas están woman, glamour, instyle, elle... Pues un día cualquiera, mirando modelitos encantadores con precios dignos de nóminas de brokers, descubrí entre sus páginas, concretamente en la revista Elle, un artículo con el siguiente título "la sonrisa del faquir". Interesante. A su lado izquierdo la foto y el nombre de su escritor: Enric González.
Lo que más me llamó la atención fue que este artículo lo escribiese un hombre. Por fin el feminismo en boca (o en mano) de un varón. Aunque sin quitar mérito a los que ya lo hicieron antes, he de reconocer que es difícil que un hombre tenga el corage y la absoluta empatía para comparar a una mujer de hoy con un faquir.
Y es que cuando leáis el siguiente artículo lo comprenderéis. Sin más dilación:

"En ciertas circunstancias, lo más difícil es sonreír. Se trata, digamos, de la sonrisa del faquir ante el público: el tipo puede haberse tragado un sable teniendo la boca en llamas y el cuerpo perforado con agujas, pero al final sonríe.

Tal vez me equivoque, pero intuyo en las mujeres occidentales una sonrisa de faquir. Me explico: No hace falta teorizar sobre el feminismo para constatar que las jóvenes profesionales suelen esgrimir un currículo académico más notable que el de los jóvenes profesionales. Las estadísticas dicen que en el mundo laboral las mujeres son al menos tan competentes como los hombres, y sobre eso, personalmente no tengo dudas: mis mejores jesfes han sido jefas. Es sabido, sin embargo, que en conjunto las mujeres cobran menos que los hombres. Y no hace falta que me extienda en cómo funciona lo de la familia, los hijos, las tareas domésticas y demás.

La mujer no sólo tiene que ser mejor para ser igual, ya me entienden, sino que debe asumir una larga serie de funciones adicionales. Creo que sobre eso existe un cierto consenso. Pero hay más. Por una de esas circunstancias puñeteras en las que se especializa la historia de la humanidad, la relativa normalización del papel femenino en la sociedad ha coincidido con una época narcisista y vagamente frívola. Idealizamos la juventud, el cuerpo saludable, el éxito fácil. Y, encima, hemos desarrollado un concepto pintoresco de la felicidad, según el cual la acumulación de belleza física lleva a la beatitud espiritual. Si no la viéramos tan de cerca, esta época nos parecería rarísima.

De la manida "superwoman", por resumir a la mujer occidental de hoy, se espera que sea a la vez Miss Mondoñedo y doctora en Físicas, madre ejemplar y exploradora, amante e independiente, santa y seductora. Y que sea feliz, lo que, según el código social de la industria publicitaria, implica un régimen alimenticio más o menos eterno, la práctica frecuente de ejercicios agotadores, el uso exhaustivo de productor rejuvenecedores y el recurso ocasional a la cirugía.

Es decir, un no parar de placeres. La juerga permanente. Con el complemento de la culpabilidad: toda omisión en el cumplimiento de esos deberes de la mujer moderna y feliz conlleva remordimiento, vago o punzante, según los casos. ¿Podemos añadir algo más? Sí, podemos. La sociedad occidental ha evolucionado, pero sigue creciendo esencialmente machista. Sospecho que eso impone a la mujer un determinado grado de adecuación al universon onírico masculino, concretamente en el subapartado sexual. Conociendo como conozco mi propio universo onírico, eso ha de ser realmente complicado. Entretenido, tal vez, y hasta en alguna ocasión satisfactorio, pero complicado.

Al final de una jornada corriente tenemos a una mujer que ha trabajado más de doce horas, ha ganado menos dinero que su colega Ramón, se ha torturado con el pilates y ha ingerido una cantidad de calorías puramente simbólica. Misión cumplida. ¿Qué es lo que se espera ahora de ella? Que encima sonría. Que proclame, con un cutis impecable y un brillo de gozo en la mirada, que no hay nada comer ser una mujer de hoy. Hablaba al principio de la sonrisa del faquir. Espero haberme explicado."

¿Estáis de acuerdo? ¿Es la sociedad más feminista o más exigente? Quizás nos dejan entrometernos en los roles masculinos sin abandonar los nuestros.

Mujeres del mundo: SONREID.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Y sin a penas darme cuenta, termino una carrera.

Siempre soñé con ser periodista, incluso cuando los pequeños afirman que desearían ser actores y cantantes, yo quería ser periodista. Actualmente estoy en él último año de mi carrera y esta no es precisamente periodismo...

Me quitaron las ganas de estudiar esa carrera, me dijeron que no habría salidas ni puestos para mí, así que decidí matricularme en una licenciatura conjunta: Derecho + Ciencias Políticas. En Abril decidí que aquello no era lo mío, no fue un buen año.

Pero bueno, por fin, y afrontándolo con alegría y ganas de aprender llegó Septiembre, y con ello el comienzo del curso, conocí a gente agradable y simpática y me llevaba bien con ellas, estaba agusto en mi nuevo contexto. Tanto que, actualmente, tengo amigos aquí.
Fue pasando el tiempo y aprendí a valorar a las personas por lo que son, tengo menos prejuicios que antes y mucho más interés por escuchar e intentar resolver problemas, estoy más cerca de ser una persona empática y todo me lo ha dado el Trabajo Social. Dentro de pocos días comienzo mis prácticas en Cáritas, en el centro de puertas abiertas y espero tener una experiencia inigualable y aprender como nunca lo hice. Aún mi futuro es incierto, pero gracias a mis estudios aprendí algo que puedo expresar con un cuento:

"Un pescador estaba en la orilla del mar realizando su labor cuando vio a una niña que recogía estrellas de mar de la arena y las devolvía al agua. El hombre, al observar que había kilómetros y kilómetros de playa llenos de estrellas de mar, se acercó a la niña y le preguntó:
-Pequeña, ¿no ves que hay muchas estrellas y que es inútil lo que haces?
La niña respondió:
-Señor, la marea esta baja y el sol brilla muy fuerte, si no hago esto, las estrellas morirán.
- Pero a ver chica, hay miles de estrellas, ¡no podrás salvarlas a todas!- exclamó el pescador.
- Lo sé.- y cogiendo la última estrella y lanzándola al mar, sonrió y dijo: - pero al menos ésta, vivirá."

miércoles, 6 de octubre de 2010

Leprechauns made me do it!


Un curso más tarde, y después de haberse desvanecido mi sueño de ir de Erasmus a Roma (sólo por este año) vuelvo al blog. ¿Qué es lo que me hace volver?
Mi viaje a Dublín, evidentemente.

Contar todo el viaje y la preparación del mismo me ocuparía... algo así como ocho pantallas de ordenador, pues las historias que mezclaría serían infinitas. Así que empiezo por la mañana del 18 de Julio, bueno, quien dice mañana dice madrugada. Volábamos mi hermano y yo de Faro a Dublín, después de salir de aquí con un sol fantástico, ese mismo sol que se asoma a tu ventana y te indica que no salgas a la calle o te derretirás. Montados en el avión el Sol se despidió y nos acogieron unas nubes dándonos un friolero y ventoso abrazo. Mientras bajaba del avión miraba a mi alrededor, bajamos en la pista, por lo que podía ver como todos los guiris (sí, en Portugal eran guiris) colorados como tomates, con chanclas y sudaderas, se sujetaban los pelos mientras corrían a refugiarse del cambio de temperatura dentro del aeropuerto. Y en medio de la roja multitud, mi hermano y yo.

Después de esperar una hora y media al taxista y el taxista a nosotros (eso es otra historia que sólo mi hermano y yo sabemos), llegamos a la Residencia Herberton. Sabía que viviríamos con más gente pero nunca me imaginaría que a mí me tocaría vivir con un ingeniero de caminos de 32 años. Por cierto, menos mal que me tocó él, gracias Aday. Él nos enseñó Dublín en la misma tarde lluviosa en la que llegamos, nos llevó al supermercado y al otro día nos llevó a la escuela.

Estando en la escuela fue donde me pasó lo que yo esperaba que me pasase, conocer a unas personas magníficas, estupendas, adorables.

Como en la capital irlandesa pasé veintiún días y como repetimos muchas veces, lo que pasa en Dublín queda en Dublín, sólo narraré uno de mis días, en realidad probablemente ese día no existió, pues lo relataré como si de una mezcla de los veintiuno se tratase:
Despierto por la mañana en aquel cuarto blanco, sí, todo blanco excepto la especie de persiana de madera que tanto llegué a odiar pues no cumplía realmente su función. La tenue luz gris de Dublín entraba por mi ventana (eso era diario), ahora en este día podía haber dos opciones, que despertase sola o que esa noche mi hermano hubiese dormido allí (eso ya que lo cuente él si quiere); en el segundo caso, me tocaba una larga mañana de riñas, discusiones y también tendría que gritar unas dieciocho veces (sin exagerar) "Juanmaaa...es tarde".
Llaman a la puerta, me asomo y allí están todos, siempre sonreía cuando veía esa imagen. Ahora tocaba un cuarto de hora de LUAS (en hora punta) y otros quince minutos caminando a 15km/h hasta la escuela, London College.

Al llegar allí ese día podrían pasar dos cosas (después, evidentemente, del saludo diario de la directora en la escalera "good morning"), que ese día fuera Lunes, Martes o Miércoles y tocase gramática con Austin Molloy, o que fuese Jueves o Viernes y estuviese esperándonos en clase Eloïse, siempre preferí lo segundo.

A la hora del recreo siempre me sentaba en la escalera con las niñas de Jaen, y desde allí contemplábamos la escuela: tropezones de la gente en la escalera, si subía o no el profesor, o qué clase de chocolatina llevaban cada uno para desayunar. Probablemente ese día llevase kinder bueno. Aunque el día que más feliz fui, fue un día que me regalaron una chocolatina, de la cual aún conservo el papel. Eso también es otra historia.

Para almorzar tocaba, o sandwich, o BurguerKing o residencia, casi siempre me decantaba por esto último. Después de la siesta de Eliana, ella sabe que la siesta siempre fue suya, íbamos a conocer sitios. La fábrica de Guiness, a la cual fui dos veces, el Castillo de Dublín, el Museo, y un largo etc.

Ahora tocaba volver a Herberton, ducharse, cenar e ir a Temple Bar. Este día era Martes o Jueves, nosotros sabemos por qué. Bueno no, este día vamos a cenar fuera, comida irlandesa en un menú degustación. Ya luego iremos a Temple Bar, concretamente a The Purty Kitchen donde estará Andrew Mann con su guitarra cantando canciones de U2, King of Lions y otras canciones conocidas, también esa noche tocaría y cantaría La Bamba, mientras, nosotros, bebemos cerveza y cantamos con él.

Ahora toca volver, es tarde y mañana hay colegio a las nueve. Por eso, ¿qué mejor idea que la de perderse? Nunca se me dieron bien los mapas.

Llegamos a la residencia y puede que toque dormir, intencambiar confidencias con Virginia o alguna que otra opción más. Intento cerrar lo que puedo la persiana, me pongo el pijama, me tapo con el nórdico y cierro los ojos.

Ya no estoy en Dublín, ¿habré soñado todo eso? Entonces miro al fondo de mi cuarto y puedo distinguir a un Leprechaun que me guiña el ojo mientras dice "Janie tiene un arma".